jueves, 12 de marzo de 2009

Aportes del Enfoque Andragógico en la Visión Emergente de la Educación

ENSAYO

“Aportes del Enfoque Andragógico en la Visión Emergente de la Educación”

Caracas, noviembre 2008

Introducción

El objetivo que perseguimos, en atención a la solicitud de la unidad I, del curso “Aportes del enfoque andragógico en la visión emergente de la educación”, es identificar las contribuciones teóricas–metodológicas consistentes con los aportes que desde este enfoque se producen a la educación transformadora.
El término andragogía proviene del
griego andrós y gogos que significan, respectivamente, hombre-varón y guiar-conducir. Se dice que es la ciencia y el arte de la educación permanente que compone a la Antropología y evoluciona a través de una praxis sustentada en los principios de participación y horizontalidad. La andragogía permite incrementar el pensamiento, la autogestión, la calidad de vida, y la creatividad del participante adulto, con el propósito de que logre un desarrollo de conformidad de todas las infinitas posibilidades humanas; es decir, alcance su autorrealización.
El enfoque andragógico durante muchos años, en nuestro país, se consideró con la finalidad de atender la des-escolarización: falta de cupo, deserción, analfabetismo y la condición de marginalidad de los adultos, ya que carecían de las condiciones mínimas: empleo, ingreso, consumo, participación política y cultural, que les permitieran vivir en justicia, una etapa de su existencia (Cuaderno de Educación, 1983). Sin embargo, hoy en día, producto de los cambios que vienen sucediendo, dicho enfoque debe ser orientado para que el adulto adquiera educación a lo largo de toda la vida, para que participe en el desarrollo organizativo de la sociedad, logre las destrezas necesarias para el trabajo en sincronía con el progreso científico y técnico; adopte una permanente intervención en el flujo de información, como soporte de la gestión política del Estado y del consenso colectivo que aporta estabilidad social para la generalización del sistema democrático (García, 1997, pag 3).
En referencia al desarrollo del siguiente ensayo el mismo aborda, en principio, las contribuciones teóricas y, por último, las cooperaciones metodológicas, que brinda el enfoque andragógico a la educación transformadora. Estas dos realizaciones se acometen, principalmente, a partir de la animación sociocultural, por ser ésta: un instrumento, medio, estrategia o función imprescindible, para desencadenar dinamismo, participación y auto-organización de la comunidad en y para su propia evolución (Ibid, pag 274).

Contribuciones Teóricas

Es ya casi tan común señalar que se está viviendo una época de cambios acelerados y complejos en diferentes órdenes de la vida, la cultura, la política, la economía, las ciencias y la educación. En el caso de la cultura en la región urbana los conceptos de sociedad que aprende y localidad educativa se transforman antes los sistemas comunes de la educación y exigen la inminente necesidad de cambiar las formas tradicionales de formación e información; de reconvertir y de repensar los aprendizajes.
En este sentido, Molina y Urbina (1978) expresan que la educación debe concentrar su estudio en el progreso del individuo de manera que responda a sus propias expectativas en función de sus necesidades existenciales y no sólo en términos de las obligaciones de sobrevivencia. Las inseguridades objetivas y subjetivas, lejos de ser una traba o un freno que nos lleve a la tranquilidad, deben convertirse en dinamizadoras de exploraciones y opciones que nos permitan examinar la realidad, romper la idea de modelos preestablecidos y fórmulas socio-educativas; rescatar y producir conocimientos, resolver problemas actuales con visiones nuevas, desmitificar y resignificar respuestas dadas , crear y recrear recursos que admitan el desarrollo de proposiciones educativas desde una perspectiva crítica, abierta a nuevos ambientes y a las condiciones de contingencia, compromiso y temporalidad, propias de las prácticas sociales (Mulusa,1995).
Los avances científicos y tecnológicos de nuestra época, que conducen rápidamente a la extinción del conocimiento, han hecho del problema polémico de cambio una sucesión tan acelerada que exigen al hombre actual a una serie de ajustes casi diario, de manera que el concepto psicológico de madurez ha dejado de ser un proceso continuo e itinerante en busca de una meta establecida que se conseguía de una vez y para siempre, y ha devenido en investigación permanente de un equilibrio entre el hombre y su contexto social; todo lo cual se manifiesta, en el proceso educativo, en la necesidad urgente de una adaptación a la nueva situación: ponerse en condiciones para la vida, será entonces aprender a aprender; es decir aprender, desaprender y reaprender (Navarro, 1976).
En el Congreso Nacional de Educación (1989), se expresó que el desarrollo como proceso de innovación de la sociedad, hacia horizontes cada vez más elevados de felicidad individual y bienestar colectivo, es principalmente un proceso antropocéntrico: el hombre es su razón de ser, su vital instrumento y, al mismo tiempo, su fin último en cuanto que persigue metas de autorrealización personal, de elevación moral y ética (ser más), que transcienden los elementales propósitos de acumulación y crecimiento económico (tener más), en los cuales se centra la teoría ideada del desarrollo capitalista. Sin embargo, el desarrollo debe ser ejecutado básicamente para fortalecer la nación; lo cual implica reformas estructurales, de no ser así no hay desarrollo verdadero, es igualmente cierto que en las presentes circunstancias de Venezuela estas formas estructurales no tienen futuro sin la decisión y el apoyo de las masas populares. Sobre esto debería sustentarse el quehacer político de la educación de adultos (Cuadernos de Educación, 1983).
En palabras de Mayordomo (1998) el interés político de la andragogía debe orientarse a que aquella persona que reciba los beneficios de la educación logre una mayor emancipación y, del mismo modo, mejores posibilidad para la equidad civil y política. Si las instituciones sociales y políticas, se establecen en el principio del consentimiento nacional o razonado de quienes las forman, disponer de una conducta de ese tipo resulta básico para construir la ciudadanía y lograr que el derecho de participar permita conformar una nación ideal, alejada de todo ocultismo e escasez.
En consecuencia, toda experiencia educativa no es una práctica neutra sino política, sea para fortalecer dominación y las relaciones de poder existentes, o para confrontarlas, y ello comporta a creer que la dimensión ética sea un aspecto central. (Freiré, 1993, p 74). Los diversos enfoques que se conocen de la andragogía, se apoyan en alguno de los fundamentos críticos del desarrollo de lo que existe o puede existir, apoyados en diferentes filosofías y enmarcados en opuestas ideologías. De allí que se señale que el modelo andragógico no es algo homogéneo. Para la andragogía el individuo humano no es un objeto sino un sujeto, es además un ser en formación, inacabado (Freiré, 1997, pp. 52-58). Y esta inconclusión hace por eso que la educación seas un proceso constante y permanente. El aprendizaje es un estado de existencia que nunca finaliza, siempre está sucediendo mientras la persona está presente (Domínguez, s/f).
Asimismo, señala Domínguez (s/f) que el aprendizaje del individuo adulto tiene lugar en una multiplicidad de amplios escenarios y puede comprender diversos enfoques, los cuales dependen de los distintos propósitos con los que se asuma la educación entre adultos, que pueden consistir en el mejoramiento de la efectividad organizacional, capacitación y actualización de la fuerza de trabajo, alfabetización, educación básica, educación funcional, educación para el desarrollo de la comunidad, educación programada, educación permanente, educación liberadora.
La educación de adultos no es un hecho aislado en el acontecer de los países; es un instrumento de concientización, de cambio y de socialización; no se trata de un elemento de integración para manipular a las masas desfavorecidas, ni al servicio de conformismo, sino de un instrumento de incorporación, que mediante el ejercicio cotidiano de la práctica social, tienda a crear una sociedad educativa consciente de los valores de la solidaridad nacional animada por ciudadanos que evolucionan socialmente en su medio; de allí al expresar que es la motivación social la que mueve a las masas en lucha por la conquista de la alfabetización y que todos los hombres pueden y deben poder educarse y ser educadores ellos mismos (Navarro, 1976).
De igual manera, indica Navarro (1976) que, se concibe la educación como un proceso que dura toda la vida, y la vida del individuo está constituida en sus dos terceras partes por la adultez, entonces, por este hecho, se puede destacar la importancia de la andragogía; sin embargo, tal justificación tan elemental no recogería el alcance que tiene en sí, por cuanto sólo describe su extensión en el tiempo; además, es necesario para comprenderla como ciencia, disciplina o cuerpo de conocimientos, los aportes que otras ciencias les proporcionan como fundamentos, que según Brant (1998, p 52-60) son los siguientes: biológicos, psicológicos y sociológicos (Giralico,s/f).
Por otra parte, se destaca que el principal punto de apoyo para la planificación de las acciones de formación ha dejado de ser ya especialmente la infancia y la adolescencia, para alcanzar al adulto y que éste debe constituirse también realmente como sujeto de formación. Así como también ha dejado de ser la inmadurez biológica la principal razón de las acciones de formación, la dependencia derivada de la condición de actor social, sino la evolución de los contextos grupales.
Formula García (1997) que para el desarrollo de una personalidad saludable considerando las exigencias adaptativas de nuestra especie, se requieren calidades de relación con el entorno y no cantidades de información; en función de esto se explica el porque durante centenares de miles de años los hombres vivieron y crearon grandes culturas sin las exigencias de la escuela ni de los sistemas de enseñanza. Agrega que es exactamente esa dependencia del ambiente la que, con el avance en la complejidad de las sociedades, ha puesto al descubierto que el adulto es sujeto legítimo de acción y formación a lo largo de toda su existencia y que las condiciones culturales que han llevado a esbozar cuestiones como el de la educación de adultos no son las que se produjeron adaptativamente para la humanidad en virtud de la evolución, sino las que han surgido actualmente como resultado de la acelerada complejidad en la organización social y de los cambios profundos en los sistemas de comunicación entre las personas.
La revisión e integración de la Educación de Adultos a los planes de desarrollo es una necesidad urgente en nuestro país. Sin esta integración funcional es imposible asegurar un armónico y efectivo desarrollo económico y social (Congreso Nacional de Educación, 1989). No es posible seguir pensando en una andragogía con programas de alfabetización desactualizado y descontextualizados que, como por ejemplo, fue la forma cómo se concibió en la educación media, hasta la constitución de servicios educativos que estructuraron una especie de “parasistema” (Navarro, 1976).
En este sentido, es oportuno destacar que, entre 1994 y 1996 se convocaron en la Unión Europea cuatro conferencias internacionales sobre educación de personas adultas; aunque se puede considerar que están unas de otras demasiado próximas en el tiempo, se infiere que es un indicador de la prioridad que este asunto ha venido tomando (García, 1997). Asimismo, la UNESCO ha promovido una mayor cooperación entre las universidades y las organizaciones no gubernamentales con la finalidad de alcanzar objetivos al respecto. El analfabetismo no es meramente una carencia de competencia, sino un problema social. Es opinión de García (1997) que basta mirar el mapa del analfabetismo mundial, o el mapa del analfabetismo en sociedades desarrolladas para darse cuenta de la incidencia sobre el mismo de variables sociales de las que depende su erradicación y que la competencia lecto-escritora, se encuentra asociada a valores culturales, a niveles y formas de participación social, al disfrute y calidad de bienes y servicios sociocultural.
La educación de adultos ha carecido, hasta nuestros días, de verdaderos profesionales compenetrados con su filosofía, con sus métodos de enseñanza y con todo cuanto se relaciona con ella (Congreso Nacional de Educación, 1989). Posiblemente de estas ideas, indica Adam (sf), se deriven nuevas posiciones doctrinales al incorporar a la educación universitaria su área conceptual, fundamentada en los principios teóricos de la ciencia andragógica; a la obligante necesidad de las universidades de incluir en sus diseños curriculares la formación de educadores de adultos en los niveles de pre y postgrado, y a la adopción y desarrollo de nuevas funciones, ajustadas a los cambios acelerados de la cultura, de la ciencia, tecnología, estimuladoras de una ida social y económica, que exige políticas masiva de culturización y profesionalización de la población en general y, en particular de los sectores marginales de ciudades y campos.
Con respecto a lo anterior, indica Adam (s/f) que ante estos hechos tan singulares, habría que agregar con alarma y preocupación, la estructura escolarizada de la vida universitaria, sometida al imperio del mundo pedagógico, que constituye el peor obstáculo en los propósitos de renovar e innovar la docencia universitaria. Mientras el profesorado universitario no adquiera conciencia de esta realidad, se verá imposibilitado renunciar a ser el centro autócrata de los aprendizajes y, por ende, contribuye a la crisis académica de las universidades. Añade que a pesar de que las universidades son las abanderadas y centro de las luchas por: la defensa de los derechos humanos, respeto a la personalidad del hombre, la autodeterminación, el rechazo de toda imposición ideológica y el autoritarismo estatal, parecieran ser la negación de estos principios por la actividad docente universitaria. De allí que proponga el diseño de una política universitaria para la formación de educadores en la teoría y en la práctica andragógica y que debería dirigirse en tres sentidos:
1.- Obligación de realizar maestría en andragogía el profesorado universitario en ejercicio.
2.- Establecer las licenciaturas en andragogía que permitan formar recursos humanos aptos para comprender la problemática de la educación de adultos.
3.- Organizar cursos de postgrado en los niveles de maestría y doctorado, que profundicen la investigación en el campo andragógico en pleno desarrollo.
Contribuciones Metodológicas
La andragogía como disciplina científica se fundamenta en la matética; es decir, en encontrar un método de validez para la enseñanza de todos los saberes, señala Molina y Urbina (1978) que sus propósitos son: 1º estudiar el comportamiento del adulto durante el proceso de aprendizaje; 2º posibilitar, de manera permanente, la formación e información del adulto. Adicional a lo anterior, la andragogía tiene como principio buscar de superar la contradicción del binomio educador-educando, la cual revierte en una relación dialéctica, cuya síntesis es una nueva experiencia, válida tanto par el educador como para el educando.
Asimismo, se cree que la “funcionalidad”, entendiéndose ésta como la coherencia entre las necesidades detectadas y los resultados que se obtienen con el uso de la educación de adultos, requiere de antemano fundamentarse en estudios de todas las dimensiones del ser humano: locales-regionales, en la sociología hecha desde nuestra situación del pueblo dominado (porque las mayorías nacionales viven el sometimiento de todo tipo), en la psicología que produce esta dominación, en la concientización que genere los sentimientos de liberación del pueblo, en la formación político-ideológica que como consecuencia lógica trae esa concientización; son estos los criterios que deben guiar los programas específicos de adultos, los nuevos métodos andragógicos, la evaluación que corresponden a las necesidades de desarrollo del país y a la sicología y necesidades de adulto, la coordinación centralizada de todas las actividades educacionales al respecto. Así pues, la educación funcional de adultos tendrá simultáneamente que considerar al “educando” dentro del campo socio-profesional, socio-político y socio-cultural, donde el adulto se informa, se transforma y evoluciona el medio en el que vive (Cuaderno de Educación, 1983).
Es oportuno destacar, como indica Dominguez A. (s/f), que quienes estudian en el subsistema de educación superior pueden ser considerados como personas adultas, sin embargo, los modelos a través de los cuales se forman parecen análogos a los empleados en las práxis y experiencias educativas, supuestamente adecuados, para los procesos didáctico de niños y niñas. Hay que tener presente que en el modelo de la pedagogía tradicional el aprendiz es dependiente, su experiencia no tiene un valor destacable, mientras que en el modelo andragógico tiene una gran ponderación; en el modelo de la pedagogía tradicional se aprende lo que ya está decidido en tanto que en el modelo andragógico se aprende en función a las necesidades del participante.
En el modelo de la pedagogía tradicional la formación es con la perspectiva de que el conocimiento sea útil para después, en cambio en el modelo andragógico debe ser útil de una vez, considerar su situación de ciudadano, que es reivindicación, uso y enriquecimiento de la condición de miembro de una comunidad; tener demandas ante lo social y lo comunitario, que supone ejercitar derechos y responsabilidades políticas. Pese a lo anterior, hay que reconocer que la motivación se logra cuando se reconoce en la vida real la utilidad que brindan los conocimientos, por eso, indica Rodríguez (2006) –lectura sugerida- desde el comienzo debe trabajarse tal como se hace con los chicos a partir de juegos, en este caso con los adultos a partir de experiencias surgidas de su cotidianeidad.
La andragogía centra su interés en el comportamiento del adulto durante el aprendizaje y responde, en cierta forma, a las expectativas de la sicología del adulto y de la matética, aún cuando no se ha podido concretar un exacto perfil del adulto, ni mucho menos precisar cómo es la transformación de su comportamiento (aprendizaje). Pero sin duda alguna, la presente época, de mil contrastes, en la que la vida se ha enriquecido de realidades y potencialidades nuevas, exige otra visión del hombre y sus instituciones, requiere la superación de la concepción puramente parvularia de la actual educación, lo que sin duda alguna obliga a cubrir en toda su extensión el desarrollo humano. Se hace entonces, imprescindible, para fortalecer la totalidad de la vida, institucionalizar la educación del adulto, con lo cual la actual sociedad entraría de lleno en la sistematización de la educación permanente, entendida ésta como un arco que cubre todos los niveles del sistema educativo (Molina y Urbina, 1978).
En este sentido, expresa Mayordomo (1998) si el adulto, por su raciocinio, aprende rápidamente, tiene amplia experiencia de las razones vitales de su existencia, aprecia mejor sus posibilidades aptitudinales, personales y profesionales, hay sugerencias o invitaciones a una tarea de formación para el civismo, y de reconocer que se trata de un trabajo que muchas realidades actuales han mostrado como necesario e incluso urgente en muchos casos y circunstancias. Necesidad de una cultura cívica que le haga comprender lo que tiene en común con otras personas y que valore necesariamente las metas que pretenden alcanzar juntos: dignidad, respeto mutuo, tolerancia, cooperación, decencia moral.
Añade que, seguramente desde tales consideraciones no es difícil convenir en que esa educación sobre la que aquí se reflexiona ha de incidir por medio de su trabajo en conocimientos, sensibilidad y habilidades o procedimientos con el fin de preparar ciudadanos aptos no sólo para extender la democracia sino para cualificarla desde la posesión de inteligencia, la libre y fundada decisión sobre valores, la capacidad de ejercicio y compromiso. Y ése, claro está, considero que es un fundamental desafío político que conviene afrontar; eso sí, inevitablemente desde una política coherente y decidida y contando con un apoyo técnico pedagógico consistente.
Por otra parte, si la educación es el proceso formativo e informativo que se da durante toda la vida del individuo y consiste, dialécticamente, en aprender y desaprender, de manera que responda a sus necesidades de superar sus contradicciones y propicia la heterorrealización o la autorrealización . Entonces, el hecho andragógico debe orientarse a las características y urgencias de los participantes y su entorno, y el feed-back adecuado debe responder, mediante prácticas educativas centradas en el aprendizaje y no en la enseñanza, a la autogestión y no a la directividad; prácticas que les proporcionen, lógicamente, la oportunidad de participar de manera activa en el proceso de aprendizaje. Molina y Urbina (1978) dicen que el hábito, las aptitudes, las habilidades y las destrezas para utilizar y comunicar los resultados alcanzados son, en y para su contexto social y ergológico, así como para continuar desarrollando sus potencialidades a través de sistemas educativos no formales, los modos de llevar a cabo la investigación.
Es conocido que la andragogía es el enfoque de la educación del adulto, bien sea escolarizada o extraescolar, y que comprende desde la alfabetización hasta los cursos de postgrados universitarios. En referencia a esto, apunta Félix Adam (sf), que cuando se habla de educación de adultos hay que situarla en el punto de acción dirigida al perfeccionamiento del hombre sea cual fuere su grado de cultura, su nivel profesional y, sobre todo, su posición de la actividad humana que le permita decidir el destino colectivo de la sociedad en que vive.
Esto no va contra la capacitación profesional; pues ésta nunca llegará a tener dimensión nacional auténticamente desarrolladora si se desliga de una participación política que conviene a todos adultos en proceso de capacitación. Las mayorías tienen que decir su palabra apoyando o criticando u oponiéndose a la clase, grupos o instituciones que impiden su liberación y por lo mismo la liberación del país (Cuaderno de Educación, 1983).
Entre las justificaciones de tal alerta formativa, en las personas adultas se encuentran: la complejidad organizativa cada vez mayor de las sociedades desarrolladas, la evolución acelerada de las destrezas necesarias para el trabajo como consecuencia del progreso científico técnico, la globalización de la cultura derivada de la introducción de mediadores técnicos en las comunicaciones, la crisis de los valores colectivos, la fragilidad de la adhesión a los sistemas normativos, la sobre estimulación cultural, el cambio a un ritmo acelerado que rompe con la validez al menos generacional de las disposiciones, habilidades, destrezas (García, 1997).
De allí que se que alienten a las universidades y otros centros de enseñanza superior:
1º.- A reconocer la educación de adultos como una disciplina a emprender estudios de investigaciones en ese campo, como un aspecto importante y necesario de sus funciones;
2º.- A establecer, como fase necesaria para el desarrollo de la educación de adultos, cursos de formación de educación de adultos, que comprendan a la vez cursillos destinados al personal en activo y cursos más largos que permitan obtener títulos, diplomas o certificados;
3º.- A participar en programas bien concebidos de educación de adultos y a dotar ampliamente los cursos de extensión y de perfeccionamiento;
4º.- A establecer, en el marco de sus facultades de educación o unidades equivalentes, cursos para la formación de instructores y especialistas en educación de adultos y a organizar cursos intensivos de breve duración para la formación urgente de ese tipo de personal;
5º.- A mantener vínculos especiales con las instituciones existentes de educación de adultos para intercambiar profesores y técnicos visitantes y canjear revistas y otras publicaciones.
Con estos fines, deberían cooperar plenamente con las instituciones existentes de educación de adultos y otros organismos que se dedican a esa misma labor (Navarro, 1976).
Asimismo, conviene un proceso de evaluación al respecto de la educación de adultos, entendiendo por evaluar: juzgar el valor de la andragogía. Y para ello necesitamos: a) tener información acerca de lo que paso o está pasando con la andragogía, b) compararla con un criterio de deseabilidad, lo cual puede ser el objetivo de esa andragogía para ver si se alcanzó, y c) emitir una opinión acerca de si lo que se hizo tiene valor o no. Ahora bien, es conveniente destacar que no se evalúa como un fin en si mismo, sino para proporcionar elementos que sirvan para una mejor y mayor toma de decisiones (Mulusa, 1995).

Conclusiones

En atención a que es bien conocido que el individuo humano posee facultades que les permiten aprender durante todo el desarrollo de su vida, pero que su proceso educativo depende de las características de su ser, tal es el caso de su formación andragógica, a la cual solo puede acceder, en el caso de nuestro país, a partir de los 15 años, esto nos lleva a una etapa de la variedad que abarca la educación permanente. Entonces, el adulto Venezolano aprende a lo largo de toda su vida; sin embargo, no sólo aprende, sino que además también puede enseñar. De allí, en consecuencia, que se señala que la educación permanente de adultos, le permite al hombre Venezolano ser cada día mejor, a lo largo de toda su vida, en esa dualidad convergente de aprender y apoyar al aprendizaje de otras personas. Ahora bien, esta realización está signada por sus aptitudes personales, sus condiciones inherentes, que lo caracterizan, pero muy especialmente por la atención e importancia que le pueda brindar el Estado.
Asimismo, la educación de adulto necesita poner en claro su sentido y valor de lo que hace, de manera que pueda cumplir al teorizar con las dos funciones primordiales constituyentes, a saber: cohesionar para así evitar la perdida de perspectiva a la que está expuesta toda estructura social por su movilidad permanente y de adaptación a la realidad social, de tal modo que no se intente un acomodo forzado a un esquema conceptual improvisado y que haga de la praxis un activismo ineficiente y sin orientación. Como resultado podremos acercarnos a un contexto real-comunidad y contratar con las estructuras sociales, económicas y políticas sobre las que se pretende actuar desde la educación de adultos.
Por otra parte, es conocido que desde la década de los 80, la educación de adulto ha venido abordando una triple tendencia socio-pedagógica: integración (superar la marginalidad), liberación (vencer perspectiva individualista) y educación popular (romper con opresión económica, política e ideológica), y que se manifiestan en los enfoques metodológicos que asumen, en los procesos de apropiación y producción del conocimiento y en los receptores a los que se dirige su actividad. En este sentido, en la actualidad, es necesario incorporar la tendencia andragógica informacional asociada al uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (NTIC); pero más que como un medio didáctico, entender que representan un nuevo escenario para comprender el fenómeno educativo, que implica una nueva cultura organizacional y en nuestro caso andragógico. Además, ya se emplea la educación digital o virtual como un medio de desarrollo académico profesional que permite acceder a grados y postgrados, lo cual ha revolucionado la concepción de formación tradicional.
Finalmente, es necesario, a su vez, que dentro de un conjunto de líneas generales, se reforme o se revise la educación de adultos, con propuestas que permitan avanzar en algunos temas; hacer énfasis en aspectos tales como el trabajo que debe realizar el docente, de manera que éste se identifique con los fundamentos de la misma y que pueda actuar en función de ella. Es indispensable establecer mecanismos desde su concepción que garantice que los docentes son parte de la educación de adulto y que comparten sus postulados.

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